Domingo de Ramos – Año A

 

Domingo de Ramos, Año A,

Kuwait City, 12 de abril de 2014

Is 50, 4-7; Sal 21; Fil 2, 6-11, Mt 26, 14-27,66

 

 

Llegamos casi al final de nuestro camino cuaresmal. ¿Cómo fue nuestro itinerario? ¿Ha cambiado algo en nuestra relación con Dios y con los hermanos? Y Jesús que ha caminado hacia mí, ¿ha logrado abrirme los ojos, sacarme de mi cueva, liberarme para vivir una vida renovada? ¿Ha logrado hacerme entender su amor?

Estamos ahora frente al testimonio máximo de amor de nuestro Redentor: la Pasión.

Por dos veces en esta semana, la iglesia se reúne para escuchar la Pasión de Cristo, el sufrimiento de un Dios apasionado.

Por todos, para mí y para ti

Jesús entra en la ciudad de Jerusalén encima de un animal de lo más humilde: Un burrito, que era la montura usual del pueblo pobre (1Reyes 1:33). No es un rey guerrero y violento, sino humilde y sencillo. Jesús conoce su misión y con obediencia y valentía lleva a cabo el proyecto del Padre. Él sabe que camina hacia su muerte, pero lo hace voluntariamente, porque entiende que con su vida, con su sangre, pagará por todos nosotros.

Cristo sufre. Sufre en su propio cuerpo y sufre también en su alma; padece sufrimientos excesivos y se entrega por todos y cada uno de nosotros; por todos los hombres, por los judíos y los gentiles, por los mismos que lo clavaron en la cruz, por los pecadores de todos los tiempos y de todos los países… Por los indignos, los ingratos, por los que rechazan su palabra y prefieren el yugo de Satanás; por las criaturas siempre en rebelión contra su Creador.

¿Cuantos se dan cuenta? A alguien le importa?

¿Es posible que su sangre derramada resultara inútil para una gran multitud de hombres, por causa de su malicia y de su negligencia…? He aquí lo que hacía llorar de dolor al compasivo San Francisco de Asís: “Mi Salvador sufrió tanto por nosotros, escribía él, ¡y nadie piensa en esto!”

 

Ingratitud

En la Pasión de Cristo hemos visto la respuesta de los hombres a todos los beneficios recibidos. Jesús  dio todo de sí: haciendo el bien doquiera que pasaba, en todas partes y con todos, asistiendo a los miserables, librando a los poseídos, consolando a los afligidos… ¿Y cuál fue la gratitud de los hombres? Le llevaron a un patíbulo.

Lo que impacta en la Pasión según San Mateo es toda la miseria humana, toda la maldad, todo el rechazo, todas las fuerzas en contra de Jesús. Porque Jesús  decepciona, molesta, no responde a nuestras expectativas. Jesús  ilumina las tinieblas y nos reta a cambiar vida, mientras nosotros preferimos seguir actuando como estamos acostumbrados.

Si, Mateo nos presenta todas las disfuncionalidades humanas: la traición de Judas, el abandono de los amigos, la maldad de los sacerdotes, el humor de la muchedumbre que cambia en base a lo que dictan de lo alto, la traición de Pedro, las mentiras, las falsas acusaciones.

Pero el Señor se adentra en todas estas tinieblas para deshacerlas con la fuerza de su amor.

El silencio de Jesús

La respuesta del hombre frente al sacrificio de Jesús es la ingratitud, la indiferencia. ¿Y ¿cómo contesta Jesús?  Se queda callado, sufre y ama. Lo que tenia que decir lo había dicho. Ahora está callado, sufre y ama con todos aquellos que no tienen voz, con todos los oprimidos, con todos los que sufren, con los que se quedan impotentes frente a los poderosos de este mundo, con todos los que aman.

Sólo así puede tocar los corazones. ¿Tocará también el mío?

Este es el tiempo del año en el cual nos detenemos para recordar, para experimentar de nuevo los eventos que nos trajeron la salvación. Lo que conmemoramos y revivimos en esta semana no es solamente la muerte y la resurrección de Jesús sino también la muerte que damos al pecado y nuestra resurrección en Jesús  que nos sana, nos reconcilia y nos redime.

Jesús no murió para despertar nuestras emociones, sino para salvarnos, para invitarnos a uno nueva y distinta manera de vivir. Una cruz que no conduce al seguimiento es cualquier cosa menos la de Cristo (J. L. M. Descalzo, Vida y Misterio de Jesús  de Nazaret).

Y solo podré vivir de forma diferente, solo podré cambiar cuando logre entender el amor de Cristo, que dio su vida por mí, para que yo tenga vida.

El Papa nos invita a considerar con gratitud el inmenso amor de Dios revelado en el misterio pascual. Únicamente cuando veremos el amor que Dios nos tiene podremos convertirnos, es decir, sentiremos el deseo de acercarnos más a Él y vivir más plenamente la vida nueva que hemos recibido (Papa Francisco).

 

***

Es posible comprender “un poquito” el misterio de la cruz “de rodillas, en la oración”, pero también con “las lágrimas”. Es más, son precisamente las lágrimas las que “nos acercan a este misterio”. En efecto, “sin llorar”, sobre todo sin “llorar en el corazón, jamás entenderemos este misterio”. Es el “llanto del arrepentido, el llanto del hermano y de la hermana que mira tantas miserias humanas y las mira también en Jesús, de rodillas y llorando”. (Papa Francisco, 14 de septiembre de 2013).

 

This entry was posted in Año A, Cuaresma, Español, Monsignor Ionuţ Paul Strejac. Bookmark the permalink.